EL PRINCIPE DEL REINO DE LA LUZ (CUENTOS Y LEYENDAS PARA REFLEXIONAR......(SEGUNDO CAPITULO)




Segundo Capitulo.
El desvanecimiento fue lo que provocó su caída y esa caída fue realmente el grave daño que sufrió puesto que al recobrar el conocimiento, el Hijo del Rey había olvidado quién era y qué hacía allí.
No recordaba nada en absoluto, ni que era el Hijo del Rey, ni que había descendido del Palacio Brillante para mezclarse con sus ciudadanos y conocer mejor su reino, ni cómo se llamaba. Nada de nada. Había perdido su mejoría, había perdido su identidad.
La Busqueda en el Reino
Una vez totalmente recuperado del desvanecimiento y aún doliéndole la cabeza empezó a deambular por el paisaje que había delante suyo, sin comprender nada ni acordarse de cosa alguna referente a él, hasta que llegó a un camino y se sentó en unas rocas que habían a su lado.
Al poco rato vio que se acercaba un grupo de gente por el camino y, cuando llegaron a su altura, se dirigió a uno de ellos para pedirles ayuda.
Resultó que ese grupo de gente era la comitiva que acompañaba a un gran señor del Reino, y, éste al ser informado por sus servidores de que un desconocido pedía ayuda, hizo que le trajeran a su presencia.
-Me han dicho mis servidores que solicitas ayuda. ¿Quién eres y qué deseas de mí?
-No sé quién soy, no recuerdo nada de mí mismo. Debo de haber caído por algún motivo y he perdido el conocimiento, al recobrarlo no puedo recordar nada de mi vida. Como no sé cuál es m casa ni dónde está mi familia, pido ayuda para encontrarla.
-Por la luz que emites y las ropas que usas debes de ser algún gran señor de mi mismo linaje aunque ahora no lo recuerdes. Es mi deseo ayudarte en tu infortunio; te ofrezco mi hacienda y mi casa para que la consideres tuya mientras encuentras tu verdadera casa y mi familia para que te acoja mientras no encuentras tu verdadero hogar. Y desde ahora, digo que te consideraré como a hijo mío y tendrás todos los privilegios de mi rango.
El hijo del Rey, agradeció grandemente el ofrecimiento del gran señor hecho de manera tan amable y espontánea; y no hay ni que decir que lo aceptó inmediatamente. Debería de precisar que en el Reino de la Luz es normal que todo el mundo se ayude cuando es necesario; allí no existen rivalidades ni odios, ni afán de lucro como en la Tierra, por eso el generoso ofrecimiento era hecho de corazón y de corazón fue aceptado por el Príncipe.
De todas maneras, el Príncipe todavía no sabía cuál era el nombre de quien recibía tan grata ayuda, así que se dispuso a preguntar a alguno de los cortesanos que lo rodeaban.
-Dime, por favor, ¿quién es el gran señor a quién acompañas y sirves? ¿Cuál es su nombre?
-¿De verdad que no lo reconoces? Es el Gran Arquitecto, el director de los constructores menores que hay en el reino. Él es quién diseña los planos de todo lo que se va a construir en el Reino de la Luz, e incluso dicen que se ocupa de otros lugares desconocidos para la mayoría de nosotros. Y él es el que controla y supervisa a todos los constructores menores para que realicen su tarea correctamente. Su nombre es conocido en todo el Reino e incluso más allá de sus fronteras. Es uno de los pocos que es llamado a menudo al Concilio del Palacio Brillante para discutir proyectos de mejora del Reino. Se dice que es tenido en alta estima por el mismísimo Rey Brillante. Es llamado por todos Azul, color de la luz de que está hecho y que irradia constantemente, como ya habrás pedido ver.
De esta manera se pusieron en camino hacia la casa del Gran Arquitecto; por el camino el Príncipe fue llamado de nuevo a la presencia de Azul y estuvieron hablando largamente de las inquietudes que acosaban al Hijo del Rey, el cuál seguía sin acordarse de nada.
Por todo ello, ya que había decidido buscar su verdadera identidad y su verdadero destino, Azul le recomendó que se pusiera un nombre que le sirviera al menos para identificarse mientras recordaba su verdadero nombre.

Después de muchas deliberaciones el Príncipe sin memoria adoptó el nombre de Buscador y desde ese mismo momento así fue conocido por todos los que se cruzó en su larga peregrinación hasta su pérdida de identidad.
Así también lo llamaremos nosotros desde ahora, ya no es más en esta historia el Príncipe, Hijo del Rey del Reino de la Luz sino simplemente el Buscador.


Al llegar a la casa de Azul, éste presentó a Buscador su nueva familia. La esposa de Azul, una hermosa mujer que emitía una luz bellamente rosada, tranquilizadora, con un aire tan amoroso que era imposible el no ceder a sus encantos.
Alta y esbelta, con una larga cabellera dorada y unos ojos claros que emitían una intensa luminosidad, una viveza inusitada. Sus ademanes comedidos y suaves invitaban al reposo y la suave plática.
Y a pesar de aparentar juventud toda su pose indicaba una serenidad que solo la experiencia que da la larga vida puede conferir. Su nombre era Rosa y cierto era que, además de su Luz de color rosado, desprendía un cierto olor a rosas silvestres muy agradable.
Y su hijo, un agradable y apuesto joven cuya luz era de color dorado, una luz que sugería una inmensa sabiduría. Una sabiduría que contradecía la corta edad que aparentaba.
Como ya tendría ocasión de comprobar más adelante Buscador, la sabiduría del hijo de Azul era realmente incalculable; no solo era aparente sino muy real, tremendamente real.
También respiraba la misma paz interna que tanto Azul como Rosa, sus padres, emanaban por todos los poros de la piel, por su sonrisa y por sus palabras. El sólo estar con cualquiera de ellos daba tranquilidad a las tribulaciones y cavilaciones de Buscador y el hablar con ellos le daba nuevas fuerzas para emprender o continuar la búsqueda de su identidad perdida.


El nombre del joven, hijo de Azul, era Oro y éste se convirtió pronto en el inseparable compañero del Buscador, en su amigo del alma, en su doble y su sombra. Siempre le acompañaba en su búsqueda tanto con su ayuda como con su consejo que se reveló muy acertado la mayoría de las veces.
Luego le enseñó su casa, bueno, en realidad debería decir su palacio, puesto que en lugar de la casa que Buscador esperaba encontrar debido a las maneras sencillas y sobrias de vestir de Azul y su Familia, Buscador se encontró con un gran palacio de una magnificencia extraordinaria y cada rincón del mismo estaba realizado con gran arte. Nada sobraba ni nada faltaba para que todo el palacio en su conjunto fuera perfecto. Admirado ante tanta belleza y perfección, no pudo evitar el preguntar cómo y por quién había sido hecho el palacio. Fue Oro quien le contestó:
-Ya debes saber que mi Padre, Azul, es el Gran Arquitecto del Reino. Los planos del Palacio fueron hechos por él, pero además debes de saber que a sus órdenes, y a las nuestras, se encuentran los constructores menores quienes son los que se encargan de materializar y construir cualquier cosa que les ordenemos. Si a estos constructores menores, a los que se les llama más comúnmente Elementales, les damos las órdenes correctas, los planos perfectos, ellos ponen en práctica dichas órdenes y fabrican, materializan el objeto que les hemos dicho.
Al terminar de hablar Oro, Azul, su padre, continuó con la explicación que había pedido Buscador.

-Estos elementales y constructores menores son muy eficientes trabajadores, el problema es que carecen de inteligencia desarrollada y como no se den las órdenes correctas pueden materializar verdaderos esperpentos; ellos realizan cualquier cosa que les pidas, pero debes decirles muy exactamente lo que quieres o no necesariamente tendrás lo que deseabas, y para que tengas una idea de las dificultades que entraña el trabajar con los elementales te añadiré que para que te obedezcan correctamente estos constructores menores debes de tener desarrolladas en ti, al menos tres cualidades principales y en una medida nada pequeña. Las tres cualidades son Amor, Poder y Sabiduría.
Si no tienes alguna de estas características o cualidades desarrollada en ti, o su desarrollo es pequeño puedes encontrarte con algún que otro problema ya que estos constructores van a construir lo que les ordenes incorporando a su creación tu energía y por ello, todas tus cualidades y todos tus defectos. De ahí que puedas obtener como resultado un esperpento, algo feo o incluso horrible.
Y en éste momento, Rosa aprovechó para intervenir en la explicación:
-Creo que es precisamente esto último lo más importante: el saber que, para lograr que los constructores de la materia hagan exactamente lo que les pides, debes desarrollar no solo el Poder de mandarlos ni tampoco únicamente la Sabiduría de dar las órdenes correctas sino también el Amor a lo que quieres crear o materializar, puesto que con el Poder podrás hacer que los constructores te obedezcan, con la Sabiduría lograrás que hagan exactamente lo que pides pero si quieres conseguir algo bello, útil y perfecto deberás amar tanto a los constructores, como a lo creado e incluso ese amor debe extenderse tanto como sea posible para que el resultado no solo sea útil a uno mismo sino también a otros seres.
Buscador se dio cuenta de que en casa de Azul había sufriente de las tres cualidades, Oro tenía suficiente sabiduría, Rosa tenía suficiente amor y Azul tenía suficiente poder.
Además el poder de Azul era conocido y respetado en todo el Reino y todos los elementales se aprestaban a obedecer sus órdenes en cuanto él las daba.
Debido a ello, su casa siempre estaba llena de elementales que pululaban por doquier, algunos gozosamente atareados cumpliendo las faenas que les habían sido encomendados y otros esperando que se les diera algún tipo de trabajo que realizar.
Así empezó una nueva vida para Buscador, gozosa y tranquila. Se esforzó en aprender todo lo que pudo de su nueva familia y de sus sirvientes los elementales. Aprendió a desarrollar y utilizar la energía del Amor bajo la tutela y la guía de Rosa, y fue descubriendo las infinitas potencialidades que el Amor tiene.
También desarrollo poco a poco el Poder interno, el poder de la Voluntad bajo la mirada atenta y paternal de Azul y vio con asombro lo que se podía conseguir con ese infinito caudal de energía.
Y también fue desarrollando la Sabiduría con la ayuda inestimable de Oro. Gracias a él se dio cuenta de que tanto el Amor como el Poder debían de ser equilibrados con la Sabiduría para poder ser efectivos y realmente fecundos puesto que sin ella podrían incluso llegar a ser negativos. Así vio claramente que el Amor sin Sabiduría es tontería y el Poder sin Amor es destrucción.
También aprendió mucho de los elementales que rondaban por la casa. Habló mucho con ellos y comprendió la virtud de la humildad y adquirió la capacidad de darse cuenta en que nivel estaba en cualquier situación. Comprendió su lugar en el esquema de las cosas y aprendió a no despreciar al, aparentemente, más pequeño y también a no menospreciarse a si mismo fuera el que fuese su lugar y su situación en el mundo.
Pero llegó un día en el que, a pesar de lo bien que se encontraba en la familia de Azul y de lo mucho que había llegado a amarlos, sintiéndose como si fueran verdaderamente familia suya, no tuvo más remedio que irse de ella puesto que se dio cuenta de que, por mucho que aprendiera con ellos, ese no era el sistema de encontrar su identidad.
Eso mismo les explicó y todos lo comprendieron, no sin pena en el corazón pues habían llegado a quererle como a un hijo, pero entendían muy bien que deseara encontrar su camino.
De todas maneras, Oro se comprometió a acompañarle en sus aventr4uas y andanzas por el Reino de la Luz.
La noticia de que Oro le acompañaría fue de una gran alegría para Buscador pues le apenaba separarse de su gran amigo todavía más que de Azul y de Rosa.
Y así fue que, después de los preparativos adecuados, los dos amigos emprendieron la marcha decididos a recorrer todo el Reino de la Luz si era necesario para encontrar a la familia de Buscador e intentar recuperar la memoria perdida.
Y juntos recorrieron el inmenso Reino buscando y preguntando a todo el mundo pero en todas partes la respuesta era la mías; nadie conocía ni había visto antes a Buscador ni, por lo tanto, conocía a su familia.
Después de mucho andar y preguntar acertaron a encontrar a alguien que les habló de un anciano que vivía en la cima de una montaña, la Montaña Oro la llamaban.
Según las leyendas era un anciano muy sabio que vivía en el Palacio Brillante y en su juventud había cometido algún error muy grave; error que nadie conocía con exactitud y que por ello había sido exiliado del Palacio y para compensar el daño causado tenía como obligación el utilizar su sabiduría para ayudar a todo el que le preguntase además de otras obligaciones respecto a otros reinos, más desconocidas todavía. El Exiliado era su nombre según las leyendas.
Por cierto que, actualmente es un gran amigo mío ya que tanto El Exiliado como yo, Mercurio, realizamos una tarea parecida; aunque con maneras de hacer totalmente opuestas, su misión y la mía son básicamente las mismas.
Tanto Mercurio, como El Exiliado realizan la misma tarea pero Mercurio es bien visto y recibe todos los honores, en cambio Servidor es malinterpretado constantemente e incluso temido por los humanos que no conocen su verdadera historia y su cometido.
Al recibir la noticia de la existencia del Exiliado, el corazón de Buscador saltó de gozo, ya se imaginaba que pronto tendría la respuesta a las preguntas incesantes que se formulaba sobre su identidad y familia.
Y rápidamente se dirigieron a la Montaña Oro para encontrarse con su morador y tener una entrevista con él.
La Montaña de la Sabiduría, el otro nombre con el que se la conocía estaba hecha de Luz Oro era tremendamente escarpada y difícil de subir, pero la tenacidad de nuestros amigos fue superior a las dificultades que encontraron y al final lograron llegar a las puertas del Palacio de la Sabiduría.
El palacio era hermosísimo y el solo hecho de contemplarlo ya daba la impresión de encontrar la respuesta a muchas de las preguntas que uno se podía hacer, pero la respuesta principal de Buscador no estaba escrita ni en sus paredes ni en sus adornos y arabescos deslumbrantes.
Entraron en el Palacio y al preguntar por el Exiliado se les informó que ese no era su verdadero nombre; que así era llamado por mucha gente por recuerdo a su castigo, pero que el nombre real del anciano era Servidor.
Luego fueron conducidos a la presencia del anciano de Oro, el Anciano de la Sabiduría. Su vista era también impresionante. Realmente Oro se parecía muchísimo al anciano, solo que mucho más joven y emitiendo mucha menos luz.
Y una vez que los ayudantes del anciano se retiraron, Servidor dijo a sus visitantes.
-¡Buscador! Sé que vienes a mí para saber quien eres, de donde vienes y a donde vas, y también sé las respuestas a esas preguntas. Sé quien eres. Sé de donde vienes y quienes son tu familia. Y también sé a donde vas. Te conozco perfectamente desde el mismo instante de tu nacimiento; también sé cual es mi obligación eterna: la de informar verazmente a cuantos me pregunten, pero tengo impuesta una restricción por el mismo gran señor que me exilió y es que mis respuestas no tiene porqué ser cortas y claras sino que deben conducir al que pregunte por el camino que más le convenga a su evolución y que más aumente su luz, aunque esas respuestas no sean tan claras como desearía. Por eso mi respuesta a tus preguntas es la siguiente:
En la Tierra hay un Árbol del que cuelgan siete frutos. Cuando hayas comido del séptimo fruto sabrás quién eres y actuarás como debes.
-Y ahora vete, encontrarás la sabiduría necesaria para esta empresa en Oro, tu compañero. Que la Luz te acompañe.
Y diciendo esto, se deslizó por detrás de unos cortinajes y desapareció de la vista dejándoles solos y perplejos en la gran estancia en la que se encontraban.
Ni un solo ayudante o servidor apareció y tuvieron que encontrar totalmente solos la salida del gran Palacio.
Ni que decir tiene que la sabiduría e intuición de Oro les fue de mucha ayuda para no perderse en los interminables pasillos y grandiosas salas del Palacio hasta que por fin encontraron la salida y emprendieron el camino de bajada de la Montaña Oro completamente en silencio, absortos cada uno en sus propios pensamientos.
Al llegar a la base de la gran montaña se dieron cuenta de que no habían preguntado de qué manera se podía ir a la Tierra ni como encontrar ese árbol de los siete frutos, pero cuando se volvieron para subir otra vez arriba hasta el Palacio cuál fue su sorpresa al darse cuenta de que la montaña había desaparecido de su vista y ahora se encontraban frente a una gran llanura vacía. Solo alcanzaban a ver, a lo lejos, a un anciano que caminaba lentamente y que vestía muy pobremente.

Aún creyendo que aquel no podía ser Servidor, fueron hacia él y le explicaron lo que les había pasado.
El viejecito les escuchó atentamente y al terminar ellos les contó que él conocía la leyenda de la Montaña Oro y que lo que les había ocurrido solía ocurrir a muchos puesto que según dicha leyenda la Gran Montaña Oro se movía de un lado para otro y era difícil encontrarla, pero una vez encontrada a la Sabiduría se la debía coger al vuelo; si se desperdiciaba de alguna manera su encuentro ya no había manera de volverla a encontrar.
Eso era lo que les había ocurrido, ante la magnificencia del Palacio y la incógnita de la respuesta de Servidor, se olvidaron de hacer todas las preguntas necesarias y ahora ya no tenía remedio. Resolvieron intentar encontrar la Tierra de todas formas y bajar a ella para recoger los siete frutos del Árbol tal como les había dicho Servidor, así que se pusieron en camino, sin saber muy bien hacia donde dirigir sus pasos ya que el viejecito no sabía nada de la Tierra y no pudo ayudarles en eso.

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