La Obra Creativa Hombre-Deva (V.B. Anglada )



V.B. Anglada
El Reino Dévico. II
 

Paulatinamente se irá apreciando que la acción de los devas en sus múltiples cualidades y funciones forman parte consustancial de nuestra vida, cosa que hasta aquí no había entrado en el aspecto práctico de la investigación esotérica. Deberemos descender, sin duda, del elevado pedestal en que nuestros conocimientos esotéricos nos habían situado y empezar a reconocer humildemente la participación del mundo dévico y de la evolución angélica en cada uno de los hechos familiares, sociales y espirituales que ocurren en nuestro mundo y constituyen nuestro karma. 

Este reconocimiento humilde y agradecido a la actividad de los devas debe constituir para el esoterista, para el verdadero discípulo, la línea de acción principal para el futuro, ya sea en relación con el propio progreso individual como con todas y cada una de sus actividades en servicio de la humanidad de cuyo organismo vital debe sentirse cada vez más una pequeña aunque bien definida y organizada pieza. 
Comprenderán ustedes también que el conocimiento y la decisión que imparten los devas solares no puede ser adquirido a través de los libros y manuales esotéricos en uso, eso equivaldría a admitir que a cualquier irresponsable curioso dotado de una poderosa mente intelectual le es posible acceder al poder y al conocimiento implícitos en la Mente de Dios, cuya expresión es el fuego creador del cual todos los seres y todas las cosas poseen su pequeña parte.

Afortunadamente, las reglas que rigen el conocimiento divino son sabias, y absolutamente drásticas, analícese si no, a través de la historia, el peligro de aquellos que como verdaderos aprendices de brujo quisieron emplear el fuego del conocimiento y el poder de Dios sin estar debidamente preparados. Sodoma y Gomorra, Nínive y Babilonia, el drama de la Atlántida, etc., son ejemplos vivos o dramatización psicológica y social de aquel gran peligro al que todos estamos propensos. Los colaboradores que decidan trabajar en el plano mental para contribuir con su ayuda a la iluminación espiritual del planeta, se hallarán bajo la directa protección del Señor Buda y dentro del área de luz de los devas solares.

Me pregunto cuántos de ellos serán capaces, no obstante, de resistir la terrible presión de las energías ígneas que producen el aliento vivo de todo verdadero conocimiento y de toda profunda determinación, su apertura mental deberá ser en todo caso muy amplia así como muy exquisita y profunda su capacidad de silencio. En última instancia habrá de reconocerse que el valor efectivo del conocimiento no se mide por la capacidad intelectual de retener muchos y muy variados temas esotéricos sino que radica fundamentalmente en la limpidez, claridad y tersura de la mente. Considero pues muy interesante que dichos colaboradores dejen de preocuparse en demasía por el estudio esotérico, no digo que dejen de leer o de meditar, y empiecen a trabajar creativamente en sus mentes para producir en ellas aquella actividad natural de distensión que produce intuición y es la luminosa avenida por medio de la cual y, a manera de escalera de Jacob —he ahí otro símbolo altamente esotérico—, ascienden y descienden los devas solares.

Nos referiremos brevemente, también, ya que el objeto principal es resaltar las vinculaciones dévicas con nuestro trabajo, a los devas del plano astral. Hallamos los devas del plano astral en cada uno de los siete subplanos que constituyen este plano, y naturalmente, estas huestes dévicas constituyen distintas gradaciones o jerarquías que se extienden desde el mundo del deseo más material al sentimiento de integración más elevado. Se comprenderá también que su vinculación con nuestra obra de servicio dependerá mayormente de la calidad de nuestras intenciones y de la buena voluntad depositada en el trabajo. La mayoría de los devas del plano astral responden al aspecto devocional y debo hacer resaltar de nuevo el hecho de que actualmente toda la jerarquía dévica del plano emocional se halla regida por un poderoso deva del 2º Rayo cuya misión apreciable, según la ordenación jerárquica del Plan para la Nueva Era, es sublimizar y dignificar el deseo humano y enaltecer hasta las más elevadas cúspides espirituales el aspecto sentimiento de la humanidad.

Su participación como impulsor de las leyes que regulan la evolución planetaria en la naturaleza se hace sentir también en el reino vegetal, el reino más avanzado en nuestro planeta, con el cual está estrechamente vinculado el mundo emocional de los hombres. Hago estas referencias, que serán ampliadas más adelante, para estímulo de todos aquellos trabajadores que por predisposición natural hayan decidido trabajar específicamente en el mundo psíquico e instaurar en el mismo la armonía y el equilibrio psicológico de los seres humanos. Los devas del plano astral trabajan por medio de sonidos inaudibles y de colores invisibles, una aparente paradoja para nosotros que forzosamente debemos atenernos todavía a reglas concretas de objetividad, pero en estas frases se halla un nuevo desafío para el inteligente investigador espiritual, quien deberá sutilizar constantemente sus sentidos perceptivos para poder captar las sutilísimas vibraciones provenientes de ciertos subplanos del plano astral.

He dicho en alguna parte de mis escritos, y voy a repetirlo ahora, que existen ciertos devas, conocidos esotéricamente bajo el nombre de “ángeles del silencio”, que acuden solícitos allí donde un ser humano da evidentes pruebas de sutilización de los vehículos a través de los cuales su alma se expresa, así tendrán explicado de nuevo el hecho de la participación dévica en todo intento del ser humano de purificación y perfección. 

En lo sucesivo, y ya como una enseñanza esotérica para la Nueva Era, habrá que contar con el mundo dévico en todos y cada uno de nuestros intentos de llegar a Dios. Los devas del plano astral, a partir del cuarto subplano, tienen la misión de contrabalancear las actitudes humanas con los móviles divinos. Se les llama pues, los ángeles del equilibrio, y son precisamente ese tipo de devas los que invocamos en nuestra actividad de servicio en el plano astral. Cuando el equilibrio es perfecto y hay una perfecta armonía entre la actitud humana y el móvil o plan divino, surge como expresión natural la música. 
La música es la más elevada expresión del equilibrio cósmico; pero, para el esoterista, o para el discípulo, no existe otro tipo de música que la que proviene de ciertos discípulos exaltados, tales como: Mozart, Wagner, Beethoven, Bach, etc. 
No se considera música el ruido discordante de la llamada música moderna, que en su mayor parte es una regresión histórica a la vida primitiva y no constituye mensaje dévico alguno para la humanidad. 
Pasando por alto estas consideraciones, hay que afirmar el hecho de que sutilidad es una palabra clave que para nosotros deberá tener cada vez más un valor de síntesis. 
No podemos invocar a los devas del equilibrio sin haber sutilizado hasta cierto punto nuestro sentido devocional y sin estar henchidos de grandes ideales en favor de la humanidad. El hecho de que parte de ustedes se haya adherido con buena voluntad a esa tarea de equilibrar psicológicamente a las personas que tienen dificultades en el aspecto astral o psíquico, es una garantía de que ya están en cierta medida conectados o han atraído ya la atención de los devas del equilibrio, el efecto subsiguiente ha de ser paz e integridad. No hay mejor yoga, evidentemente, que el espíritu de servicio y hay que reconocer y afirmar que practicar el yoga, de la clase que sea, pensando sólo en la propia perfección o liberación, es separarse del camino espiritual cuya sutilidad y transparencia se basan en la iinntteeggrriiddaadd ddee pprriinncciippiiooss,, eenn llaa ssoolliiddeezz ddeell pprrooppóóssiittoo yy ((eenn)) eell mmááss aabbssoolluuttoo ddeessiinntteerrééss.. EEstas tres reglas constituyen el sendero de servicio y en su luminoso recorrido nos acompañarán siempre nuestros hermanos los devas.

Como ustedes se habrán apercibido, mis referencias sobre el mundo dévico en relación con nuestro trabajo son de orden universal, y no es necesario penetrar en el mundo particular o del detalle para que sea comprensible cuál ha de ser nuestra actitud invocativa. Lo que se intenta mayormente es el estímulo que estas referencias puedan aportar en el ánimo de los colaboradores, como predisposición del alma hacia el equilibrio natural de la naturaleza dévica. Hay que practicar la distensión y el silencio. De ambas actividades, que constituyen una base de armonía, se eleva un sutilísimo clamor que llega a los atentos oídos de los devas del equilibrio, ellos responden inmediatamente al mismo con generosa adhesión y exquisita simpatía. El color preponderante que surge del alma en silencio es el verde pálido, brillante, y los devas del equilibrio responden al mismo con su vibración de armonía de color amarillo intensísimo y claro, con un tono que no tiene ninguna medida, no tiene ningún apoyo ni ninguna comparación con los colores que nosotros conocemos en el mundo físico, pero en la base de ese color, junto con el verde que se eleva del alma silenciosa, existe la garantía absoluta de la curación psíquica de la raza.

Vamos a hablar de los devas del plano etérico-físico. Ellos constituyen en su totalidad aquello que esotéricamente llamamos Prana, se mueven en éteres físicos de distintas densidades y su vida constituye, tal como dije anteriormente, la expresión de los cuatro elementos conocidos: el fuego, el agua, la tierra y el aire, tal como podemos percibirlos físicamente a través de nuestros cinco sentidos corrientes hay que decir que cada plano del Sistema Solar está constituido también por esos cuatro elementos, aunque en unas expresiones de increíble sutilidad, que es más pura conforme se va ascendiendo o profundizando, de subplano en subplano desde el plano físico al monádico.

Las características de los devas del plano físico en sus distintas densidades o evoluciones son innombrables, pero responden invariablemente a las leyes de actividad con la naturaleza física; tenemos así a los devas de la tierra, del agua, del aire y del fuego, y en una síntesis de actividad tenemos a los devas más sutiles del subplano atómico, cuya belleza es realmente indescriptible, así como indescriptiblemente poderosa es su participación en la vida oculta de la naturaleza y en la vida espiritual del hombre.

Como no es mi objetivo extenderme mucho sobre estas existencias dévicas por cuanto el interés principal radica en el estímulo creador y no en las curiosas descripciones dévicas que serán tratadas más adelante, nos referiremos aquí a nuestro inteligente contacto con los devas que pueden más fácilmente ayudarnos en nuestra actividad de servicio de curación física. En cierta ocasión, el Maestro nos dijo que la curación física de las enfermedades es un asunto puramente mental y está relacionado con un empleo inteligente de los éteres. Esto quiere significar que nuestras invocaciones de los devas que constituyen los éteres sutiles del plano físico, la más potente expresión de prana, tienen una importancia trascendente en nuestros trabajos de curación física. No podemos acercarnos, esotéricamente hablando, al problema de la curación partiendo de los viejos principios o de las atávicas tradiciones que utilizaban pócimas, ungüentos o medicinas, aunque todavía tengan su validez. La curación podría ser directa a través del éter sutil o prana, operando directamente sobre la causa de la enfermedad que siempre puede ser localizada en el cuerpo etérico de los seres humanos. La comprensión de este hecho nos inducirá seguramente a trabajar con renovada fuerza en pro de la redención física de la humanidad, cuyas viejas enfermedades provenientes como fatal herencia de las primitivas razas, nos mueven a compasión y son el acicate al más noble de nuestros empeños. He hablado de compasión, es el más grande de los elementos invocativos para la curación física, es el poder máximo de la humanidad en el aspecto servicio y la más elevada muestra de fraternidad humana. La más elevada forma de virtud. Hay que tratar de sentir compasión si queremos atraer a los agentes dévicos, señores de la curación universal, no podemos invocar su fuerza si nuestro corazón está reseco y son áridas las avenidas de nuestros sentimientos en favor de los demás.

Recuerden ustedes que Cristo no curaba con pócimas ni medicamentos sino simplemente con la imposición de manos y con el más elevado sentimiento de compasión universal. Tratemos de imitarle en ese sentido si de veras queremos curar, los elevados devas que acudían a su pura invocación también acudirán a nosotros, nosotros debemos realizar aquellas cosas más grandes a las que Él se refirió: vamos a tratar de curar con prana puro, utilizando la esencia de los devas que habitan en las más elevadas regiones. Me pregunto si se darán cuenta de la oportunidad cíclica a nuestro alcance, al incidir sobre todos los éteres planetarios la augusta potencia del Señor de Acuario: es más fácil, dada está divina situación, que podamos sentir compasión y fraternidad, cosa que resultaba realmente difícil, casi inaccesible, en los tiempos de Jesús de Nazaret. Tenemos a nuestro alcance la promesa de Cristo y en nuestras manos un tremendo poder que podemos utilizar conscientemente, el de los devas. Seamos pues consecuentes y tratemos de aprovechar hasta máximo el privilegio a nuestra oportunidad cíclica. Nuestra tarea en orden al trabajo de curación física de enfermedades es puramente radioactiva, empleando aquí la conocida expresión científica que define nuestros tiempos, y en la medida que podamos rasgar los éteres con nuestros luminosos intentos de curación, nos será posible constatar éxitos apreciables en orden a nuestro trabajo. Aconsejé visualizar el color dorado, símbolo del sol, al tratar a los enfermos, porque este color en distintos y muy variados matices es el color etérico del prana, y pueden a través de éste color ser invocados los devas que en ellos viven y realizan su evolución. El éxito final para el buen practicante es así seguro, pero no depende como ustedes comprenderán, del tiempo y del resultado inmediato sino de la persistencia en una actitud que unida a muchas otras puede preparar eficazmente el campo, el cuerpo físico de los seres humanos, para convertirlos en verdaderos tabernáculos del Espíritu Santo.

Como habrán podido apreciar, he seguido en la conversación de hoy una técnica precisa y premeditadamente estructurada de estímulo y de cordialidad de relaciones humanas, y he hablado así de los devas de tres planos definidos, del plano mental que deben producir comprensión espiritual; del astral que infundirán armonía y equilibrio psíquico; y del físico, cuya sutilización creciente determinará la curación de todas las enfermedades físicas de la raza humana. Comprendan ustedes que no se trata de forzar a nadie a seguir determinada regla de conducta tendiente a la noble expresión de los fines expuestos, mi aportación al trabajo de invocación de energías es sencilla y humilde, tal como pueden serlo las actitudes de cada uno de ustedes, pero estoy seguro de que la suma de nuestros esfuerzos y voluntades puede crear algo realmente grande para un próximo futuro, tal es al menos mi pleno convencimiento y el renovado estímulo de mi oración constante.


Extracto de Conferencia
VICENTE BELTRÁN ANGLADA
Barcelona, 2 de Diciembre de 1975
Digitalizada por el Grupo de Transcripción de Conferencias (G.T.C.) el 21 de Agosto de 2006
 

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