LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO KENNETH WAPNICK-
PRINCIPIO 15
Todos los días deberían consagrarse a los milagros.
El propósito del tiempo es que aprendas a usarlo de forma constructiva. El tiempo es, por lo tanto, un recurso de enseñanza y un medio para alcanzar un fin. El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje. Básicamente, este principio expone la meta fundamental del Curso, que es ayudarnos a que pasemos cada hora del día, todos los días de nuestras vidas, en una continua contemplación de todas las cosas como el Espíritu Santo nos pide que las contemplemos. Esto quiere decir que continuamente veamos todo lo que ocurre en nuestras vidas como lecciones que Él quiere que aprendamos que cada cosa que ocurre es una oportunidad de aprendizaje si nos aprovechamos de la misma. Así, todo lo que confrontamos debemos verlo como una oportunidad de escoger el agravio del ego o el milagro del Espíritu Santo. P: Hay veces, durante el día, en que mi ego grita tan fuerte que no recuerdo que debo acudir al Espíritu Santo. Si comenzara mi día con una afirmación universal: "Espíritu Santo, por favor, permanece conmigo todo el día," ¿qué pasaría?
R: Lo dudo. Si usted hace eso y luego no piensa en Él en algún momento, eso es magia. Lo que diría Un curso en milagros es que usted debe comenzar su día en esa forma y pensar en Él todo el día, también.
De otra manera, usted va a pensar que el uso del piloto automático se encargará de todo. En un sentido eso es cierto, si usted realmente permanece en piloto automático. Pero yo creo que eso requiere una cantidad tremenda de disciplina, y si tuviéramos esa clase de disciplina, no necesitaríamos un libro de ejercicios.
Al principio del Capítulo 30, hay una sección que se titula Reglas para tomar decisiones (T-30.I) que es una manera muy sencilla de decirnos cómo debemos empezar.
Afirma exactamente lo que usted dice, pero luego explica en detalles lo que debe hacer si se le olvida. Yo creo que debemos empezar nuestro día de esa manera, pero luego debemos reforzarlo continuamente. De lo contrario, es muy, muy fácil recurrir al ego.
P: Considero que una de las razones por las cuales no siempre recuerdo pedir que pueda ver a través de la visión del Espíritu Santo es que hay una parte de mí que, a pesar de todas mis decisiones conscientes, aún quiere ver a mi manera.
Ahora bien, esa no es una parte consciente de mí. Siempre es un choque cuando descubro que está ahí. ¿Qué se puede hacer con el inconsciente?
R: Cuando usted se da cuenta, no se siente culpable, sino que trata de hacerse más y más alerta al momento en que esa parte inconsciente se manifiesta. Eso es lo que ocurre cuando trabaja con este material por un tiempo.
Puede parecerle que su vida empeora o que usted se siente más infeliz. Lo que ocurre en realidad es que usted se torna más sensitivo a cosas suyas que de otro modo jamás habría conocido. Lo que tiene que hacer es sólo tratar de estar alerta a cuando está proyectando algo.
Es mucho trabajo arduo, y no es fácil. Requiere vigilancia. La tercera lección del Espíritu Santo en el Capítulo 6, Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino (T- 6.V-C), realmente significa estar alerta en contra del ego; y sí requiere mucho trabajo arduo. Esto es en realidad un adiestramiento mental, siempre estar pensando en la otra manera de interpretar algo. Hay una línea en el texto que vuelve loco a todo el mundo porque reconoce su significado. Dice: "¿Preferirías tener razón a ser feliz?" (T-29.VII.1:9).
P: Acerca del mismo tópico, hay una sección en el Curso que trata sobre tres preguntas, y la última contesta las tres anteriores; pregunta...
R: "¿Y deseo ver aquello que negué porque es la verdad?" (T-21.VII.5:14). En realidad, todo esto es parte del último obstáculo a la paz, el temor a Dios (T-19.IV-D), porque el ego siempre enseña que la verdad, si realmente la mirásemos, nos destruiría. La verdad acerca de nosotros es tan horrible y devastadora, porque somos personas tan despreciables, que si en verdad mirásemos, Dios nos daría muerte. Lo que tenemos que hacer es desmenuzar el sistema de pensamiento que nos enseña eso y percatarnos de que la verdad no es que seamos estas personas terribles, sino que somos esta persona santa que es el Hijo de Dios. Eso requiere mucho trabajo porque el otro sistema de pensamiento es una parte integrante de nosotros. La sección titulada El miedo a mirar adentro (T-21.IV) describe primero lo que el ego nos dice que veríamos si mirásemos en nuestro interior: un pecador sin esperanza. Luego dice: ¿Pero qué tal si mirases adentro y vieses que no hay pecado? Ese es el verdadero miedo; pero es el miedo del ego. Es por eso que preferimos ver las cosas a nuestro modo y no a la manera de Dios. Si el mundo es una alucinación y nosotros lo fabricamos, y, por consiguiente, se hizo como un ataque a Dios, como enseña el Curso (L-pII.3.2:1), eso significa que este mundo es un gran símbolo de nuestro pecado en contra de Dios. Si no hay nada ahí, entonces todo es fabricado; es sólo un tonto desatino. Es entonces que el ego se aterra. Que todo el mundo del pecado no es nada más que una tonta equivocación es la única cosa que el ego jamás nos permitiría ver. Es por tal razón que, cuando el Curso nos dice repetidamente que el pecado no existe, al ego no le gusta nada.
Todo el sistema de pensamiento del ego está fundamentado en el pecado. Eso es lo que hace real a este mundo, lo cual implica que niega la realidad de la Voluntad de Dios.
"El propósito del tiempo es que aprendamos a usarlo de forma constructiva." Eso fue lo que dije al principio: el propósito del tiempo es enseñarnos que el tiempo no existe. Es así, pues, un recurso de enseñanza y un medio hacia un fin, que es la forma en que Un curso en milagros lo percibe todo en este mundo. Nada es un fin de por sí; nada en sí es real; es sólo un instrumento de enseñanza. Pero no nieguen el mundo ni el cuerpo; eso no es lo que enseña el Curso. Más bien, debemos mirarlos en forma distinta. Todo lo que ocurre, en la medida en que nos aprieta los botones o nos perturba en la forma que sea, se convierte en una oportunidad de aprender nuestras lecciones. Esto incluye no sólo las cosas en nuestro mundo personal, sino también en el mundo más amplio -cosas como el hambre, el Holocausto, la crucifixión. No las negamos, ni negamos que ocurrieron en el mundo de la ilusión, pero sí cambiamos la manera en que las percibimos: de víctimas y victimarios, vemos a todo el mundo -incluyéndonos a nosotros mismos- pidiendo el amor que no creemos merecer. El mundo entero es un salón de clases: nuestras vidas individuales son clases que tomamos en esta universidad. Todo este camino se convierte entonces en un currículo que tenemos que aprender, y nuestras experiencias individuales se tornan en clases específicas que tomamos para deshacer la culpa que hemos hecho específica. Ese es el propósito del mundo, el propósito del tiempo. "El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje." Cuando hayamos cumplido el propósito del tiempo, cuando el último de los hijos separados de Dios recobre su mente correcta, -eso es lo que Un curso en milagros llama el Segundo Advenimiento, que es el despertar del Hijo de su pesadilla. Esto le abre paso al Juicio Final, que es la última elección entre la verdad y la ilusión (T-2.VIII; L-pII.10). Es cuando el mundo entero, como dice el Curso, se disuelve "en la nada de donde provino" (C-4.4:5).
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